Capítulo 1: Experiencia

6 marzo, 2008

David intentaba concentrarse pero Hércules, su lechuza, parecía decidida a no permitirlo. La protesta del animal se debía a que su amo no le permitía salir a cazar todas las noches y, cuando tocaba quedarse en casa, armaba un revuelo de mil demonios. El chico ya había recibido varias quejas de su familia, especialmente de su hermano ya que, cuando su novia venía a la casa, se asustaba tanto por los ruidos que decidía irse más temprano de los acostumbrado. David no podía hacer nada para solucionarlo, excepto dejarla salir por unos minutos.
Había varios ejemplares de El Profeta sin hojear apilados en la mesita de luz. Debía leerlos todos si quería ponerse al tanto de las últimas noticias mágicas, pero la lechuza era un visible obstáculo para ello.
Pero la insistencia del animal no fue vana, sino que consiguió lo que buscaba cuando, en un desesperado intento de llamar la atención, se lanzó contra los barrotes con tal fuerza que la jaula cayó al suelo y los excrementos de lechuzas pasaron a decorar la habitación de su amo.
Lanzando maldiciones por lo bajo, David se apresuró a colocar la jaula nuevamente en su lugar. Por el orificio de la puerta pudo ver que uno de sus padres había encendido la luz del dormitorio matrimonial. David contempló los excrementos por una milésima de segundo y acto seguido tomó a Hércules en manos; la lechuza lo miraba con una extraña mezcla de culpabilidad y reproche.
― Sólo veinte minutos, ¿entendido? -le dijo, acariciándole suavemente el pico.
La lechuza ululó por última vez y salió por la ventana al cálido exterior. Esa era, sin duda, una de las noches más calurosas del verano.

Contento con su nueva privacidad, David se dejó caer en su cómoda cama y tomó el primero de los periódicos. No le interesaban las decisiones que tomaba el Ministerio de la Magia con respecto a los artefactos muggles encantados por delincuentes. En realidad, David no creía que fueran delincuentes, sino personas aburridas que disfrutaban viendo cómo la tostadora de su vecino se comía la tostada que acababa de salir de ella, desconcertando e irritando al muggle hambriento. El titular del artículo estaba en primera plana, y eso significaba que el resto de las noticias eran menos interesantes, por lo que desechó ese ejemplar. Tomó el siguiente, correspondiente al martes de aquella semana, aunque hacía poco más de veinte minutos que ya era viernes.
Para su sorpresa, ese ejemplar tenía algo que le interesaba, pues nombraban a su directora en uno de los titulares principales.

En exclusiva para El Profeta, las respuestas de Minerva McGonagall a Rita Skeeter (página 6).

David se dirigió de inmediato a la página seis. Se decepcionó un poco al ver que el artículo no era más que un pequeño párrafo recuadrado, pero recordó la personalidad de su directora y sonrió, teniendo ya una idea general de lo que iba a leer a continuación.

* * *

Minerva McGonagall siempre fue una mujer severa, pero nuestro corresponsal la tilda de “fácilmente irritable”. Es que uno de los periodistas de El Profeta tuvo la suerte de cruzarse con ella en el Callejón Diagon, durante la tarde del lunes. John Brown, el periodista en cuestión, se acercó a ella con intención de conocer su opinión sobre el nuevo libro de Rita Skeeter. Pero la conocida directora de Hogwarts no aceptó preguntas sino que habló por cuenta propia: “No leí el libro de Rita Skeeter, ni lo leería si me pagaran varios galeones por ello. Pero me llegaron algunos comentarios curiosos, y puedo asegurarle a usted, y a toda esa manada de idiotas que son los editores del diario, que no escondo quimeras en mi patio, no me tiño el pelo por las noches, no organizo fiestas para los alumnos en mi despacho de Hogwarts y, definitivamente, no mantengo ninguna relación amorosa con el conductor del Autobús Noctámbulo”. Esto demuestra que, si bien afirma que no leyó el libro de Rita Skeeter, McGonagall está bastante interesada en saber las verdades que en él están plasmadas. Por otro lado, sabemos que no se preocupa en disimular su enojo, después de llamarnos “manada de idiotas”. Lo que sí consiguió Brown es confirmar que a la anciana directora le falta al menos un tornillo, ya que se despidió con un confuso “si ven a Skeeter, díganle que cuando me transformo en gata me encanta comer escarabajos”.

* * *

Divertido con el comentario de la directora de su escuela, David tomó el siguiente ejemplar, dispuesto a leerlo, cuando oyó un ulular cercano. No podía ser que hubiesen pasado ya veinte minutos, pero de todas formas clavó su vista en la ventana, esperando ver la entrada de la resignada lechuza gris. Sin embargo, la que surcó la habitación era una blanca como la nieve y, además, un poco más robusta que la suya. Traía una carta atada a las patas. David se acercó para desatar el nudo con el que habían sujetado el pergamino al cuerpo del animal, y dejó que el ave entrase a la jaula de Hércules para recuperar fuerzas. Olvidándose por completo de El Profeta, David desenrolló el pergamino y lo leyó.

Querido David:
Como sé que no tienes mucho contacto con el mundo mágico, pensé que te gustaría acompañarnos, éste sábado, al Zoológico Mágico de Londres. Allí hay cientos de criaturas mágicas, muchas de las cuales, puedo asegurarte, no serías capaz de imaginar (aunque no te subestimo, por supuesto).
Digamos que soy tu “padrino mágico”, y por eso me siento obligado a mostrarte cosas que deberías conocer, pero que por desgracia ignoras.
Voy a ir con toda mi familia, si quieres venir contéstame en este mismo pergamino y con mi lechuza. Pasamos a buscarte después del mediodía.

Harry

PD: A nadie de mi familia le importa tu ascendencia, y mucho menos les importa las mentiras que diga Rita Skeeter.
PD2: Lo siento si la lechuza te despierta, tiene la costumbre de llegar después de la medianoche. Espero que a Hércules no le moleste su presencia.

No tuvo que imaginarse la reacción de Hércules, porque en el momento en que levantó la vista, la lechuza entró por la ventana, contenta y con aire de satisfacción. Se posó sobre la cabeza de su dueño y aleteó una vez. Y entonces vio que David no estaba solo.
Dio tales picotazos en el cuero cabelludo de David, que el chico tuvo que apartarla de un manotazo. Hércules ululaba y agitaba las alas con furia mientras la lechuza de Harry la miraba divertida.
― Ya se va -la tranquilizó David.
Tomó lo primero que encontró para escribir -una fibra de color- y trazó un gran “sí, voy” en el dorso del pergamino. Lo ató con cuidado a las patas de su visitante -mientras Hércules lo fulminaba con la mirada-, le palmeó un par de veces la cabeza y la lechuza volvió a sumergirse en la oscuridad. David la contempló por un momento, y notó que parecía una gran bola de nieve volando hacia la luna. Hércules ululó como nunca antes lo había hecho, picoteó la oreja de su dueño y fue a posarse en su jaula. Fingía estar dormida, aunque David sabía que tenía los ojos entreabiertos, atenta a cualquier movimiento.
El chico miró la hora; eran más de las doce y media de la madrugada. Era viernes, lo que significaba que al día siguiente podría observar animales o insectos realmente mágicos, no como los que había visto en su primer año escolar. Entonces se planteó una pregunta: ¿cómo sería posible que haya un zoológico mágico en Londres y que ningún muggle se diera cuenta de ello? No tuvo mucho tiempo para pensar en la respuesta, porque se dejó caer en la cama y se quedó dormido.

David entró en el comedor con un largo y pronunciado bostezo. Eran casi las once de la mañana, por lo que había dormido bastante bien. Hércules estaba tan enojada que no había ululado desde el incidente de la noche anterior, lo cual ayudaba mucho a conciliar el sueño. Se sentó en la silla que ocupaba para todas las comidas del día y dijo sin detenerse a pensar en la posibilidad de una negativa:
― Mañana voy a ir a un zoológico mágico, me va a llevar Harry Potter, uno de los tipos que vinieron a decirme que era un mago.
― Que bien, me parece una idea excelente -dijo Bean, después de la mirada asesina que le dirigió su esposa. No estaba enojado con Harry, de hecho no lo conocía tan bien como para hacerlo, pero no olvidaba que hacía casi un año lo había amenazado con una varita mágica.
― ¿O sea que puedo?
― No entiendo por qué no -se apresuró Evelin.
― Escucha… -interrumpió John, el hermano mayor de David, después de dar un largo sorbo al café con leche, mientras un trozo de tostada colgaba por el lado derecho de su boca-. Esta noche va a venir Lucy. Nada de lechuzas, ¿queda claro? Ya no sé que escusa inventar. Ya le dije que estabas loco, que eras irritable, que tenías ataques nerviosos, que a veces tenías sueños demasiado lúcidos y que creías que eras una lechuza. ¿Se te ocurre algo más?
― Yo creo que deberías contarle la verdad a tu novia, Johny -sugirió Evelin-. Después de todo, es tu novia.
Lucy era, en efecto, la novia de John. Era la chica más linda de la escuela secundaria Gemlug (y, claro está, de la primaria también). Todos sabían que John y Lucy no se querían realmente, pero ambos conservaban su noviazgo para mantener un buen status social dentro de la escuela.
― Es la última vez que te lo digo, odio que me digas Johny. Por cierto, con respecto a lo de contarle la verdad… sí, es una posibilidad. A ver, simulemos la escena. Tú -refiriéndose a Evelin- eres Lucy.
John tomó las manos de su madre y la miró a los ojos como si en verdad fuese una chica de su edad. Luego adoptó un tono burlón para hablar:
― Escucha, Lucy, mi hermano no es loco, ni violento, tampoco es nervioso y, por sobre todo, no cree que es una lechuza. La verdad es que es un mago, un mago de verdad. Asiste a una escuela de magia, donde le enseñan a hacer hechizos y otras cosas. No es el único, hay muchos como él, y hacen magia en nuestras narices sin que nos demos cuenta. Ah, y por cierto, resulta que somos descendientes directos de uno de los magos más temibles de todos los tiempos, un tipo que asesinó a cientos de personas.
Dicho eso, abandonó su tono burlón y continuó:
― ¿Suena creíble, verdad?
Pero su madre ya no lo escuchaba. Bean, por su parte, estaba compenetrado en una noticia del diario muggle. David hizo como si no hubiese captado lo que John quería expresar.
Su familia ya había sido puesta al tanto de que estaban emparentados con un mago terrible y malvado llamado Gellert Grindelwald. Evelin, la madre de David y John, era su nieta. Su abuela había sido abandonada cuando estaba embarazada, y la habían enviado a Londres. Si bien Devora, la abuela de Evelin, había vivido hasta hacía pocos años -algo no muy común en un muggle-, y no sufría de deficiencias mentales o fallas de memoria que no fueran propias de la edad, no podía recordar al padre de su hijo. Sabía que la había abandonado, pero no recordaba a la persona en sí. Lo único que sabía, lo único que recordaba, era que se apellidaba Dawson. O, al menos, eso le había dicho a ella.
― John, hoy es viernes, es día de mantenimiento de jardín. El césped está muy alto -dijo Evelin al cabo de un rato, mientras corría las cortinas para observar el patio de la casa.
― ¿No podríamos dejarlo para…? -refutó John, resignado-. ¡Esperen, tengo una idea! Se supone que David es un mago, ¿por qué no corta el césped en un segundo?
― Ya sabes que no le permiten hacer magia fuera del colegio -contestó Evelin.
― ¿Cómo es eso? -preguntó John frunciendo el entrecejo-. ¿O sea que no puedes deformar la cara de la gente?.
― No todavía, Johny -dijo David y se retiró de la cocina.
― Voy a matarlo -comentó John, y se levantó de la silla con un movimiento digno de un deportista-. Hace un mes que me amenaza con eso.

El viernes fue un día bastante agradable, como ya era costumbre en aquel verano. En realidad, había llovido tan pocas veces que hubiese sido posible contarlas con los dedos de una mano.
Lo que sorprendió -y agradó- a los padres de David fue que éste, a diferencia de veranos anteriores, ya no disfrutaba tanto quedándose en casa, sino que prefería salir a dar largas caminatas por la ciudad. Llevaba la varita siempre consigo, pues sabía que tenía permitido hacer magia en caso de una emergencia. Por suerte, la ocasión no se había presentado.
Los parques y plazas en Londres eran abundantes y hermosos, y él se sentía, por primera vez, realmente libre. Atrás habían quedado esas largas tardes en que se paseaba de una pantalla a otra, y se arrepentía de haber llevado esa vida. En cuanto a su timidez, aún estaba presente, aunque no en la misma medida que antes.
― Niño, ¿tienes hora?
El sobresalto fue tal que David estuvo a punto de sacar su varita. Un anciano de aspecto benévolo lo contemplaba de la cabeza a los pies. Sus rasgos faciales le recordaron a una persona que en ese momento fue incapaz de identificar.
― Vamos, no es tan difícil, sólo pregunté si tienes hora.
― Ah… er… claro, sí. Son las nueve menos cuarto.
― Gracias -dijo el anciano. Caminó unos pasos a la izquierda, giró la cabeza y guiñó un ojo.
David, sorprendido, se quedó mirando aquel rostro envejecido. Había algo en él que le resultaba familiar. Estaba seguro de no conocerlo, pero también sabía que dentro de aquella persona había algo que también corría por sus venas. Algo que escaseaba en aquella parte de la ciudad, algo con lo que había tenido contacto sólo en un lugar…
― ¿Es usted un mago? -preguntó David, sin dudar.
― ¿Yo? ¿Qué te hace pensar eso? -dijo el anciano a modo de respuesta, con una sonrisa. Parecía divertido.
― No lo sé, pero puedo sentirlo.
― No lo dudo, no lo dudo. Así es, soy un mago. Es curioso, porque él también podía identificar la magia.
― ¿Habla de mi bisabuelo, verdad? Ese Grindelwald. Supongo que pensará que soy un loco maniático, ¿no es así?.
― Lo pensaba, sí, hasta que te vi caminar.
― ¿Qué relación tiene la forma de caminar con la personalidad? -preguntó David, desconcertado.
El anciano suspiró y movió la cabeza de un lado a otro, como si David tuviese un gran muro frente a sus ojos y no fuese capaz de verlo.
― La vejez, y sobre todo la experiencia, te enseñarán mucho, muchacho, pero todo a su tiempo. Y, por si no te diste cuenta, acabas de decirme que son las nueve menos cuarto. Nueve menos cuarto, ¿entiendes? Tu familia debe estar preocupada.
Cayendo en la cuenta, David dio media vuelta y corrió tan rápido como pudo.
― ¿Como se llama? -gritó por sobre sus hombros.
― Digamos que Experiencia -contestó el anciano.

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27 Responses to “Capítulo 1: Experiencia”

  1. Nilo Says:

    Me dejo intrigado el anciano, y a la vez encantado en si el capitulo!. Esperare con ansias el siguiente! ^^

  2. Mary S. Says:

    Quien era ese anciano, ¿es alguien importante en la historia o solamente es un mago comun y corriente? me dejo muy intrigada!!! Por cierto, no entendi eso de «nueve menos cuarto» y ya paso lo de la visita al zoo con Harry o va a salir en el siguiente capitulo??? Esque me confundi un poco… jeje
    Me gusto mucho el capitulo, espero el siguiente. Ya quiero que David regrese a hogwarts para ver sus nuevas aventuras!!!

    Saludos!!!

  3. Durward Says:

    Mary:
    1) Sin ese anciano, la historia no tendría ningún sentido.
    2) David es demasiado niño aún como para quedarse en las calles hasta las nueve menos cuarto de la noche, y por eso el anciano le pregunta la hora.
    3) La visita al zoológico es en el capítulo siguiente


  4. mmm… que intriga… ese anciano… deberias de cambiar el titulo del blog a «el aprendiz de magia» y esta muy bueno el principio… empezamos con la intriga… excelente!!

  5. Swhite Says:

    mono.. tiempo sin hablar jajaaj bueno pelao.. ta gueno el cap jejeje nada mas que decir.. te cuidas.. suerte

  6. juan Says:

    ^^ muy bueno, vuelves con fuerza…

    me gusta eso de que Harry sea su «padrino mágico», existe una relación más cercana entre Harry y David, que entre Harry y Dumbledore (al menos en los primeros años)

  7. Candelia Says:

    Experiencia… me pregunto quién será realmente… Está muy bien el capítulo, refleja perfectamente cómo sería esa situación si ocurriera realmente^^
    Me gustó mucho el cap, sigue así.

    Suerte
    Cande

  8. Helga Hufflepuff (M.A.S.) Says:

    Mmmm interesante lo del viejito… jajaja me encanto la respuesta de McGonagall… es genial…

  9. Shinnato Says:

    Durward, he estado pensando acera de ese anciano y…
    puede que me equivoque, pero…¿podría ser Dumbledore? Ya sé que está muerto pero lo que le dice a David es justo el tipo de cosa que Albus diría. Otra cosa, ¿ por-
    qué ya no te conectas al msn? Porque sólo hablamos un dia…T_T

  10. Nilo Says:

    Creo saber quien es el viejo…

  11. Durward Says:

    Shinnato: No, no es Dumbledore, Dumbledore está muerto. Es cierto, al MSN me conecto poco…

  12. Isabella Says:

    Realmente empezaste muuy bien, me esta gustando mucho por ahora, hasta mas que el anuncio del mago y eso es mucho decir, ¿Quien sera Experiencia realmente?¿Que más dice la entrevista de Skeeter?¿Como será el Zoo? Me encaanta!!

  13. Isabella Says:

    Realmente empezaste muuy bien, me esta gustando mucho por ahora, hasta mas que el anuncio del mago y eso es mucho decir, ¿Quien sera Experiencia realmente?¿Que más dice la entrevista de Skeeter?¿Como será el Zoo? Me encaanta!!.. En que estaba concentrado David al principio del capitulo, en el periodico, o en algo mas??

  14. Isabella Says:

    uuy lo siento me equivoque.. Durward.. si lo puedes borrar.. me harías el favor? Gracias!!

  15. Durward Says:

    Isabella: ¿Por qué? ¡No hay problema!
    Al viejo Experiencia lo van a ir conociendo de a poco, muy de a poco…


  16. jaja y cuando posteas… no aguanto!! POSTEA!!

  17. lilly potter Says:

    holaa!! :-)
    excelente!! muy buen comienzo,al principio pense q la ida al zoologico con Harry era al dia siguiente al mediodia despues de q se despertara David,pero veo q tendre q esperar al siguiente capitulo:-)…
    supongo q la concentracion de David era respecto a los ejemplares de El Profeta sin hojear apilados en la mesita de luz.:D
    Al igual q los demas me dejaste intrigada con el anciano,quien sera-_-??
    esperare la siguiente entrega!!!felicidades!!
    saludos y besos!!;-)

  18. Ignotus Fakus Paverell Says:

    Recien termine el primer libro..
    me gusto mucho! lo lei en dos dias!! jeje.. pero me enoje en el capitulo 15 o 16 cuando desifre lo de Grindelwald porq yo iba a hacer un fanfics similar..!!! pero segui leyendo y me gusto mas la historia!.. asi q bueno tendre q pensar otra cosita para hacer mi fanfics!! je t felicito y espero por el segundo!

    Ignotus Fakus Paverell

  19. Martín L. Says:

    Está bueno el primer capítulo. Muy cómicos Johnny y «el señor Experiencia». Ahora paso al siguiente.
    Saludos

  20. Marcia (M.A.S) Says:

    Kien es el viejo ? o.o

    sera quien pienso que es ? ammm mas hipotesis xD

    muxo me enredas jajaja graxias tu fic es excelente ^^

  21. Sapey Says:

    buen capítulo y mucha intriga para el comienzo de una nueva parte

  22. Marcelo Says:

    Tengo una sospecha muy fuerte de saber quien es ese anciano. Pero vamos a ver… Muy buena forma de empezar el libro! Pero por qué «El Aprendiz de Magia», es por David? Porque ya era aprendiz de magia, aunque… hummm, no sé. Habrá que ver.

  23. Durward Says:

    Marcelo: no, no es por David.

  24. karla Says:

    o cielos el doñito…
    kien sera?
    es alguien que conocio a grindewald y
    alguien que ya ha visto por eso de que
    le parece conocido, asi que solo
    keda leer…
    si lo de aprendiz de mago no es
    por david, es por otro mago?…


  25. […] IR AL LIBRO SIGUIENTE Posted by Durward Filed in David Harrison y el anuncio del Mago Tags: David Harrison, harrison […]

  26. Victoire Weasley Says:

    Que raro, me encanto el capitulo, pero me dejo intrigada lo del viejo.

  27. Victoire Weasley Says:

    Porque es que el viejo le dijo a David que se llamaba Experiencia?


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